El Barça de Flick fue incapaz de aprovechar el resbalón del Madrid en Vallecas y confirma que ha perdido en LaLiga buena parte del impulso que llevaba. Tras un arranque fulgurante, el equipo blaugrana se ha parado de golpe, y sus últimos números (5 de los últimos 18 puntos) son algo más que una mala racha.
El equipo ha perdido intensidad, constancia y alegría, y cada vez se parece más a estos corredores de maratón que cometen la imprudencia de empezar al ‘sprint’: la salida en agosto fue espectacular pero da la sensación de que ha perdido el momento de forma y que se ahoga en cada pequeña pendiente. La consecuencia de aquel inicio es que ahora hay jugadores que aparecen visiblemente fatigados y escasos de ideas.
Una estadística delata por sí sola por donde se desangra el equipo: el Barça es el máximo goleador pero en cambio es solo el séptimo equipo que menos goles recibe, y equipos como el Getafe o el Rayo Vallecano tienen mejores números defensivos.
Este Barça apagado y en clara tendencia descendente contrasta con el equipo fulgurante que deslumbró en Dortmund y que se ha comportado en la Champions como uno de los conjuntos ‘top’ de Europa, capaz de pasar por encima de una máquina como el Bayern y convirtiéndose en el segundo mejor equipo del continente, solo superado por el todopoderoso Liverpool. Que la exhibición europea contra el Borussia se haya producido entre el empate decepcionante en el Villamarín y la derrota ante el Leganés es la prueba que el Barça de Flick se ha convertido en un inquietante Dr. Jekyll y Mr. Hyde, un equipo de dos caras que cambia sus prestaciones en función de la competición.
En LaLiga, los equipos parecen haberle tomado la medida y, como el Leganés ayer, a los rivales les basta una mínima organización para desarbolar el sistema blaugrana. En la Champions, sin embargo, el equipo se sobrepone a las adversidades con suma facilidad y es capaz de mantener el nivel de juego con mucha más constancia y efectividad. La explicación parece evidente: Flick ha diseñado un equipo vertical, muy peligroso, pero muy vulnerable y con serias dificultades para controlar los partidos, ideal para una competición de vértigo como la Champions pero que inevitablemente sufre en el campeonato de la regularidad.
Es la primera vez desde que tenemos memoria que el Barça parece construido para competir mejor en Europa que en el campeonato doméstico. Ver para creer. Pero sería imperdonable que se escapara una Liga que en octubre parecía ya casi decidida.
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